En 2008, el pelotón del Tour se reunió sin la presencia de un favorito indiscutible, pese a que cabía vislumbrar en el horizonte una enconada pugna entre el australiano Cadel Evans y los hermanos Schleck, de origen luxemburgués. Por el lado francés, resultaba difícil encontrar uno o dos líderes que pudiesen dar guerra, a la espera de la próxima generación gala de escaladores y velocistas. Sin embargo, la caza y captura de los galardones es un objetivo incesante: el Tour es su competición ciclista nacional, por lo que muchos corredores prueban suerte con las escapadas, aun sabiendo que no podrían disputarse la victoria a pedal limpio con los mejores escaladores y velocistas del mundo. En la salida de la cuarta etapa entre Saint-Malo y Nantes, cuatro corredores pusieron pies en polvorosa: el estadounidense William Frischkorn arrastra en su rebufo al italiano Paolo Longo Borghini y a los franceses Samuël Dumoulin y Romain Feillu. El equipo Caisse d’Epargne decide ahorrar energías a la hora de defender el Maillot Amarillo de Alejandro Valverde, lo que permite soñar a los escapados con un bonito resultado en la línea de meta. Quien se impuso al final de la etapa fue Dumoulin, por aquel entonces corredor de Cofidis, mientras que los dos minutos de ventaja obtenidos por el grupo de cabeza otorgan las riendas de la clasificación general a Romain Feillu con un cierto margen.
Radiante de alegría, el Maillot Amarillo tomó la salida y saboreó el momento, incluso después de una corta noche de repasar en su cabeza lo ocurrido
Feillu, todavía un joven velocista, no dio importancia a la oportunidad perdida de levantar los brazos en la meta, sino que consideró este Maillot Amarillo como un gran logro, sobre todo después de pasar prácticamente un año anclado a la cama por culpa de una toxoplasmosis. «Lo he pensado todo el día», comentaba después de ponérselo. «Vestir de amarillo era uno de mis sueños más locos. De pequeño, veía a Indurain o a LeMond… Es verdad que no lo he conseguido en una etapa de montaña, pero tampoco está mal llevárselo en una etapa llana». En la lista de franceses merecedores de este merecimiento, sucedería a Cyril Dessel, quien había saboreado las mieles del éxito dos años antes, pero sin la esperanza de vivir una aventura tan larga como la de Thomas Voeckler en 2004.
¿El motivo? Al día siguiente había contrarreloj, y en los 29 km del circuito trazado en torno a Cholet, el corredor del equipo Agritubel tiene pocas posibilidades de resistir los embates de los velocistas y favoritos del Tour. Poco importó. Radiante de alegría, el Maillot Amarillo tomó la salida y saboreó el momento, incluso después de una corta noche de repasar en su cabeza lo ocurrido. Ahora bien, no hubo milagro en la línea de meta, donde el francés terminó lejos de un Stefan Schumacher que se enfundó el Maillot Amarillo de forma testimonial, ya que en seguida fue descalificado por dopaje. A cambio, los libros de estadística incluyen a Feillu como uno de los corredores que menos tiempo pasó de amarillo con apenas 40’43’’, si bien lejos del plusmarquista de la disciplina, Patrick Sercu en 1974 (11’ en la contrarreloj por equipos de 9 km en Harelbeke), y de su compatriota Philippe Gilbert en 2011 (25’ en la contrarreloj por equipos de 23 km en Les Essarts).