Uno mira atrás, al Giro por ejemplo, o incluso a la última Vuelta, si os parece, que no llegó a la altura de la italiana, perro también tuvo lo suyo. Mira a esas dos carreras y ve una competición plagada de matices, momentos interesantes, algunos más decisivos, otros no tantos, pero una suma de detalles que conducen al final, al resultado que todos sabemos. A ver lo del Giro es histórico por muchos motivos, pero principalmente porque si se mira la general 72 horas antes del final, nada tuvo que ver con la que recogimos tras la etapa postrera de Turín.
Hecho este preámbulo vemos que el Tour 2016 pasará a la historia como uno de los más simples y lineales que jamás hayamos visto. Si miramos al podio, lo vemos todo, el 99.9% de lo que sucedió en la carrera, más allá, un pelotón de grandes nombres que tuvo la lluvia del Joux Plane como excusa perfecta para eso de “Virgencita que me quede como estoy”.
Arriba de todo Chris Froome, historia y leyenda viva del Tour de Francia y por ende del ciclismo. Ha venido a ganar y eso ha hecho, ni más ni menos para regocijo de su legión de detractores. Atento, siempre delante, impecablemente cubierto por su equipo (condujo el descenso del Joux Plane con un compañero delante y tres detrás para evitar sustos como el del día anterior) y certero en los pocos golpes que ha necesitado dar.
Dijeron que su carrera a pie en el Ventoux mereció castigo, pero aquella era la imagen de un hombre desesperado, tan centrado en querer ganar que se perdió en los nervios y barullo del momento. Si os fijáis venía de dar la que podemos considerar estocada final a su principal rival, y aunque no hiciera el daño de otras veces, Froome se ponía en una posición intocable en la general. Antes había ganado una etapa en los Pirineos que ofreció uno de los descensos más criminales que hayamos visto y el show con Sagan en la jornada del viento. La crono significó la guinda en el Tour que gana con más autoridad.
A su derecha estará un ciclista enorme, Romain Bardet. Es curioso, uno de los post con más éxito de este mal anillado cuaderno, fue el que dedicamos al ciclista de la Auvernia porque intercala estudios con ciclismo. Esa ciencia que aprende en la universidad Bardet la aplica con medido acierto en su vida ciclista. Es puño de acero vestido de guante de seda, un ataque, sólo uno, pero diana, en la llegada a Saint Gervais. Mientras por detrás todos resbalaban, él se sacó un descenso antológico y aguantó hasta arriba. Sólo un ataque y podio, tan simple como el desarrollo del Tour.
Artículo completo de Joan Seguidor aquí