Alejandro Valverde lo tuvo todo para acabar de arcoíris en Innsbruck
Quien más quien menos imaginó, aquí los primeros, que Alejandro Valverde nunca sería campeón del mundo.
El longevo murciano las había visto de todos los colores.
Viendo como Kwiatkowski, Bettini o Gilbert le ponían nubarrones al arcoíris.
Siendo testigo del desastre de Florencia y el drama de Purito.
Trabajando para Freire en Verona o guardando las espaldas de Astarloa en Canadá.
Comprobando lo rápida que era la primera versión de Tom Boonen.
Pero si una cosa es Alejandro Valverde es que es inasequible al desaliento.
Es tremendo, un martillo, que insiste e insiste.
Hasta que lo logra.
Mundial de Innsbruck: Alejandro Valverde en el triunfo de su vida
Todos teníamos la certeza que en Innsbruck tendría que sonar música clásica para que los astros se alinearan para Alejandro Valverde.
Y se alinearon.
Lo tuvo todo.
Y lo primero el equipo, una orquesta afinada, esta vez sí, a la perfección por Javier Mínguez, el seleccionador sin sueldo, no doy crédito.
Si a veces nos quejamos porque el veterano técnico era muy de ponerse la venda antes de la herida, esta vez la alineación de los astros invitó a jugar en grande.
Y la selección española de Omar Fraile, Ion Izagirre, Mikel Nieve y compañía fue la filarmónica de Viena.
El artículo continúa en El cuaderno de Joan Seguidor.