Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
La Lieja-Bastoña-Lieja es, dentro de los monumentos ciclistas, el más antiguo de todos ellos. Hablar de los comienzos de La Doyenne, impone remontarse a los últimos años del siglo XIX, en concreto, 1892, fecha en la que se disputó la primera edición y que vencería el belga León Houa (que repetiría triunfo en las dos siguientes ocasiones en que la prueba se celebró).
El evento ciclista, que conforma el tríptico de las Árdenas, junto a la Amstel Gold Race y La Flecha Valona, cuenta con el más grande ciclista de todos los tiempos como máximo vencedor (Merckx salió victorioso de sus exigencias en los años 1979, 1971, 1972, 1973 y 1975), certificando una más que incontestable supremacía belga (58 triunfos).
Los ciclistas españoles (especialmente en lo que va de milenio), no obstante, han podido demostrar su calidad en el que, sin lugar a ningún género de dudas, es el monumento que mejor se acompasa a sus cualidades y que hace brillar, por encima de todo, la cota de La Redoute.
Y, dentro de ese elenco de corredores españoles que han subido al cajón en la Liega (entre los que no podemos dejar de mencionar a Etxebarría, Purito Rodríguez e Iban Mayo), sobresale la figura de Alejandro Valverde (Las Lumbreras, Murcia 1980) quien, con un envidiable palmarés, puede presumir de tres victorias en la Lieja (2006, 2008 y 2015) y tres presencias en su pódium (dos segundos, 2007 y 2014, y un tercer puesto, el de 2013).
La leyenda, esperemos que aún por finalizar, de Alejandro en la Lieja comenzó un 23 de abril, en la nonagésimo segunda edición de la carrera, que presentaba un recorrido de un total de 262 kilómetros y los ingredientes habituales que convierten en especial esta carrera, las cotas que jalonan su transcurrir.
El grupo de favoritos estaba comandado por el italiano Paolo Bettini, una de las auténticas bestias negras del ciclismo español, sus compatriotas, Cunego, Di Luca e Ivan Basso, el luxemburgués Frank Schleck, el vigente campeón, el kazako Vinokourov, y el siempre combativo holandés Michael Boogerd. Sin embargo, el español Valverde se había impuesto en La Flecha Valona apenas tres días antes y todas las quinielas le señalaban como una de las principales ruedas a seguir durante la jornada.
Desde el comienzo de la carrera, se sucedieron los ataques para intentar conformar una escapada que pudiera fraguar la distancia suficiente como para encabezar la misma durante un buen trecho de la misma. Tras múltiples intentos se trabó una nutrida fuga de veintiséis corredores en las que veinte de las veinticinco escuadras en liza contaban con representación (de los principales solo Phonak y Milram no había podido unirse a una avanzadilla que pronto se situó con casi siete minutos de ventaja).
La paz entre el amplio colectivo se resquebraja cuando la carretera se volvía más exigente y, de este modo, tanto en Saint Roch como en Trois-Ponts, los intentos por demarrar del grupo de fugados se alternaban entre sus representantes. Hasta la cota de Stockeu, los primeros espadas no consideraron que había llegado el momento de mover la carrera. Sus ataques y contraataques supusieron que la ventaja del grupo delantero, que se iba fragmentando fruto de la fatiga, se viera reducida considerablemente. Ya en la afamada Redoute, las miradas se centraban en lo que ocurría en el pelotón principal, que aceleraba y donde comenzaban a sonar tambores de guerra.
A menos de 30 kilómetros para la meta, en Sprimont, Boogerd (Rabobank) y Purito (Caisse d´Epargne) lanzaron un fuerte ataque que les permitió destacarse con unos importantes metros. Los dos hombres alcanzaron hasta los cuarenta segundos, momento en el que Bettini (Quick Step) inició un fortísimo demarraje al que respondió Valverde.
Por detrás, en San Nicolás, hubo nuevos intentos de capturar y los segundos se reducían, diluyendo las esperanzas del español y el holandés. Al paso por Ans, a un kilómetro y medio de la meta, el grupo de doce hombres restantes sería el que se disputara la victoria (Perdiguero (Phonak), Boogerd (Rabobank), Sinkewitz (T-Mobile), Purito y Valverde (Caisse d’Epargne), Cris Horner (Davitamon), Cunego (Lampre), Basso, Schleck (CSC), Bettini (Quick Step), Di Luca (Liquigas) y Kashechkin (Liberty)).
Casi todos buscaron su oportunidad, pero el sprint estaba servido y ahí el murciano definió como acostumbra. En recta de llegada, el alemán de T-Mobile, Sinkewitz fue el primero en lanzar el sprint. Valverde se pegó a su rueda y aprovechó su magnífico sprint para culminar, con gloria, una jornada en la que el Caisse d´Epargne había trabajado, con denuedo, para obtener la victoria.
Bettini tuvo que contentarse con la segunda plaza y otro italiano, Cunego, cerraría el pódium, acompañando al primer español que obligaba a sonar el himno nacional en Lieja.
Valverde, este año, además de defender su vigente triunfo, intentará no cerrar la racha de auparse al cajón, lugar desde el que viene saludando a los fanáticos desde 2013.