El plan de Van Aert en Jumbo no puede pasar por trabajar para los demás. Nuestros peores temores de ver a Wout Van Aert vistiendo el maillot negro de Grenadiers parece que no se darán.
En Jumbo, mientras ven cómo Tom Dumoulin se les descuelga, han atado bien a Van Aert, en una acción cuyo retraso sólo se entiende por las sutilezas de la negociación.
Van Aert se ha chutado una buena dosis de moral con vistas al Mundial de ciclocross ganando la general de la Copa del Mundo ante su archirival y dando cera a quienes siguen viéndole como la sombra de Van der Poel.
Sin necesidad de escoger entre uno y otro, lo cierto que es que este dúo se retroalimenta de tal manera, que no se podría entender uno sin el otro. Cabrá ver, dentro de unos años, si el ciclismo dio alguna vez una rivalidad tan trenzada y sostenida en el tiempo, pero sobre todo tan enconada que lo que uno hace bien hace mejorar al otro y al revés.
En todo caso una de las principales diferencias entre ambos es que Van Aert en Jumbo ha adoptado el papel de gregario de lujo, un «revienta pelotones» en toda su definición, que a Van der Poel no se le demanda en un equipo más pequeño donde resulta el gran jefe.
Lo que Wout Van Aert hizo para el trenecito de Jumbo en el Tour son esos lujos que vemos cada vez más en este ciclismo: un clasicómano de manual llevando con el gancho a muchos de los mejores vueltómanos en una subida.
Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor