Nicolás Van Looy / Ciclo21 – Enviado especial Dénia (Alicante)
A Greg Van Avermaet (17 de mayo de 1985, Lokeren, Bélgica) el éxito le ha llegado en el momento adecuado. Algunos, viendo lo prematuro de los palmarés de otros corredores, podrán decir que ha explotado tarde, ya entrado en la treintena, pero el campeón olímpico y número 1 del mundo en la temporada 2017 se conoce bien y, además, ha sabido tomar nota de aquellos que se vieron en el ojo del huracán con veintipocos. Ahora, con alguna cana asomando en la cabellera, disfruta de la séptima concentración invernal en Dénia como corredor del BMC, el equipo en el que ha hecho su carrera y, sobre todo, en el que encontró la paciencia y complicidad de sus propietarios y responsables para desarrollar su carrera paso a paso. Sin prisa, pero, eso sí, avanzando cada temporada en el camino correcto.
“¿Por qué no puedo llevar un maillot que me distinga como ganador del UCI World Tour?, se pregunta, quejoso, al ser interrogado por esa cuestión que, aquellos que conocimos la extinsta Copa del Mundo, vemos como un paso lógico en el reconocimiento y empoderamiento, por parte de la UCI, de su propio ránking. “En el ciclocross hay hasta un maillot para destacar al líder de la Copa del Mundo”, añade en ese sentido el propio corredor. “Haría que el ganador del World Tour fuera mucho más fácil de reconocer en el pelotón” y él, que tiene 32 primaveras colgadas ya del almanaque, da la clave de su reivindicación: “la imagen con la que recuerdo a gente como Van Petegem o Vandenbroucke es con ese maillot arcoíris vertical de líder de la Copa del Mundo. Que yo los recuerde de esa forma dice suficiente sobre lo importante que puede ser”.
El propio Jim Ochowicz en su alocución y para repasar lo que ha dado de sí la campaña de 2017 y compartir con el mundo los objetivos de su BMC para 2018 explicaba que los títulos individual y colectivo el ránking de la UCI son una de las grandes prioridades del equipo, por lo que la reivindicación de su mirlo blanco no parece baladí. En cualquier caso, la imagen de Greg Van Avermaet este año no es la de un tipo enfadado y cariacontecido por no tener un maillot del que presumir –que, en verdad, lo tiene con esas bandas doradas que le distinguen como oro olímpico– sino la de un hombre feliz por lo conseguido y porque, al fin, ha alcanzado ese punto de simbiosis física y mental que permite a un deportista pelear por los grandes objetivos.
“Está siendo un invierno muy largo”
Este año ha descansado menos a causa de los muchos compromisos sociales y publicitarios inherentes a su reinado. “El año pasado me dejaron un poco en en paz porque vieron las imágenes con las muletas. Este año he ido alrededor del mundo para participar en critériums y recoger premios”. Por ello, no oculta que “está siendo un invierno muy largo y estoy contento de, al fin, poder entrenar de nuevo y centrarme en mi trabajo sobre la bicicleta. Pese a todo, sin embargo, estoy contento con las condiciones y las sensaciones que estoy teniendo”.
Ahora que, por fin, ha ganado su ansiado Monumento, Van Avermaet se da cuenta de que, además de tener buenas piernas, hace falta algo más, algo intangible, para dar ese último pasito. “Empecé la temporada teniendo claro que quería estar bien en las clásicas. Era mi objetivo principal y lo cierto es que llegué al momento más importante de mi temporada estando súper, súper bien. Por fin, he podido ganar una gran clásica. Hasta ahora siempre me salía algo mal. Estaba muy feliz porque, por fin, me salían las cosas salieron bien, pero si te soy sincero, no esperaba que salieran tan bien como salieron. Fue una racha de victorias. Tras tantos años esforzándome tanto y sufriendo tanto para terminar, a veces, en el podio, alcanzar uno de mis grandes sueños como es ganar un Monumento, y nada más y nada menos que Roubaix, fue muy especial”.
Como en cualquier deporte, a una gran alegría le puede seguir un enorme fracaso… o viceversa. Eso es lo que le sucedió a Van Avermaet en esos siete días que separan De Ronde del Infierno del Norte. Por ello, supo relativizar su primer triunfo en un Monumento y consiguió que aquello no le cambiara. “No me afectó en ese sentido porque llegó justo después de la gran decepción de Flandes. Sigo pensando que podría haber ganado esa carrera de no haber sido por la caída. Mira, al cruzar la línea de meta estás súper decepcionado. El día siguiente sigues dándole vueltas a la cabeza pensando que podrías haber ganado… pero luego te das cuenta que las carreras no salen siempre como tú quieres. Hay caídas, averías, pinchazos… todo es parte de este deporte y ahora estoy muy orgulloso de haberme recuperado rápido de la caída y haber podido terminar segundo y sumar puntos importantes que luego me sirvieron para ganar el World Tour”.
En cualquier caso, el triunfo en el velódromo tendrá un efecto muy positivo sobre la moral del corredor de cara a 2018 “tal y como lo tuvo el oro de Río de cara a 2017. La sensación que me dio aquella victoria es más o menos la misma que tengo ahora cuando pienso en el triunfo de Roubaix. Los Juegos siempre serán el punto más alto de mi carrera deportiva y Roubaix es mi primer Monumento. He podido quitar otra cosa más de mi lista de cosas por hacer y eso te hace sentir más relajado. Con menos presión. Sobre todo, haber completado un periodo de clásica tan bueno es algo que me da mucha confianza en mí mismo. ¿Será complicado repetir esos resultados? Claro que sí, pero creo que si nada sale mal podré ganar alguna de esas grandes carreras”.
“La marcha de Gilbert nos ha ayudado a los dos”
Uno de los regalos que dio la campaña de clásicas de 2017 a los aficionados fue, precisamente, el duelo que mantuvo Van Avermaet con su ex compañero Philippe Gilbert. “Fue bonito correr contra él. Puede resultar difícil de explicar, pero si estás en el mismo equipo las cosas se pueden complicar. Los egos entran en juego y no es fácil mantener un buen clima. Ahora ha sido bonito entrar en la parte final de la carrera y sencillamente pedalear lo más rápido posible el uno contra el otro. Al final, si Phil me gana, le felicito y reconozco que ha sido más fuerte y si soy yo el que gana él hace lo mismo. Estoy muy feliz por él y por su victoria. Creo que separar nuestros caminos nos ha ayudado a ambos. No diría que me sintiera aliviado por su marcha porque no hacíamos el mismo calendario y sólo coincidíamos en San Remo y Amstel. Es lo que te decía antes… a veces resulta complicado de explicar. Sencillamente, me alegró ser el único líder para las clásicas de primavera y, al final, su cambio de equipo ha sido bueno para los dos”.
Pero Van Avermaet, que además de Roubaix ha ganado una etapa en la Volta a la Comunitat Valenciana, el Circuito Het Nieuwsblad, una etapa en la Tirreno-Adriático, el E3 Harelbeke, la Gante-Wevelgem y una etapa y la general de la Vuelta a Luxemburgo se ha mostrado muy consistente durante toda la temporada y eso le ha valido para ganar el World Tour, algo que “significa mucho para mí porque demuestra que has estado bien desde enero hasta octubre y en todo tipo de terrenos. Si puedes ganar a una lista de gente como Froome, Sagan, Dumoulin… es muy importante y estoy muy, muy, muy orgulloso de haberlo podido hacer”.
Esta regularidad y consistencia durante todo el año es algo que habla claramente del compromiso de Van Avermaet con el ciclismo. “Así es como entiendo el deporte. Me gusta esa manera de correr. Es duro y, a veces, hace que otro pueda ganarte. Lo importante es mantener la actitud adecuada durante todo el año. A mí me gusta correr y por eso llevo bien estar compitiendo durante todo el año. Por ejemplo, me encanta ir a San Sebastián. A muchos no les gusta por el momento en que se corre, pero a mí me encanta. Son las carreras, las victorias, lo que me motiva. Creo que eso habla de mi compromiso y pasión por este deporte”.
Hace un año, en esta misma concentración, Van Avermaet arrancaba carcajadas al recordar cómo, por fin, pudo batir a su padre en el duelo olímpico que mantenían en casa. Ahora, con un enorme adoquín decorando algún rincón de su casa, Van Avermaet ha ganado de manera la guerra de egos con su padre y su abuelo, pero sigue disfrutando de su compañía y sus consejos. “Mi abuelo está mayor y por eso ya no puede venir tanto a las carreras, pero mi padre sí sigue viniendo. Ellos me dan muchos consejos y apoyo, pero ya sabes cómo son estas cosas. No sé cómo era tu relación con tu padre, pero… a veces, el consejo más difícil de aceptar o escuchar es el de la gente que tienes más cerca”.
“Me gusta la reducción de los equipos”
A Van Garderen, lo decíamos al inicio, le ha llegado el éxito con una edad ya madura. Además, su explosión ha coincidido en el tiempo con la retirada del gran Tom Boonen, por lo que “no he sufrido más presión mediática debido a su retirada. Él estuvo activo hasta Roubaix así que mi primavera fue tranquila. Luego, la verdad, sí ha indo subiendo” y reconoce, comparando su caso con el de Tornado Tom que “por fortuna para mí, yo no me convertí en el gran ídolo del ciclismo belga con 25 años. Creo que eso puede ser muy complicado de gestionar. Yo tengo 32 años y, aunque creo que es cool ser una de las grandes estrellas de Bélgica, que sigue siendo un país muy ciclista, tengo los pies en la tierra”.
Uno de los temas más recurrentes en este invierno, a falta de competición, es la reducción del número de corredores por equipo en las distintas carreras del calendario internacional, una decisión que el campeón olímpico comparte. “Me gusta. Puede hacer que las carreras sean más abiertas y que haya menos control. Eso sí, no creo que vaya a ser muy útil en cuanto a seguridad porque, al final, todos vamos a seguir queriendo estar delante”.