A sus 30 años y diez después de que debutara en 2006 en las filas del Bodysol, Greg Van Avermaet ha conseguido, al fin, su primer triunfo en una gran clásica. Fue el sábado cuando se impuso al campeón del mundo, Peter Sagan y al gran mirlo blanco del ciclismo belga, Tiesj Benoot, en el Circuito Het Nieuwsblad. Lo hizo, como ya hemos comentado en nuestro análisis del fin de semana inaugural de la primavera, sintiendo en el cogote el amenazante aliento de un Philippe Gilbert al que los responsables del BMC habían colocado en la salida de la prueba del sábado haciendo que, inevitablemente, esa decisión se entendiera como la confirmación de las dudas que despertaba Van Avermaet en su enésimo asalto a las clásicas.
Ahora, tras descorchar el champagne y celebrar este importante triunfo, Valerio Piva, uno de los directores del BMC, no se cansa de negar la mayor. De decir que de dudas, nada. Que “Greg es nuestro único líder de cara a las clásicas flamencas”. Pero hasta llegar a este punto y sin entrar a especular qué significaba realmente la presencia de Gilbert el pasado sábado en Gante, Piva reconoce que han tenido que trabajar enormemente este invierno con Van Avermaet cuestiones como la comunicación, la asertividad o el sentido de la responsabilidad.
No se ha destacado Van Avermaet –ya lo avisaba Marc Sergeant en 2007 cuando lo fichó para el entonces Predictor-Lotto– por ser un corredor de fuerte carácter. De los que imponen respeto por su sola presencia. Y, al parecer, tampoco ha sido un hombre capaz de poner orden o dictar instrucciones dentro del equipo… hasta ahora. “Tienes que hacerte oír durante la carrera, Greg, le dije. Tú y Gilbert debéis de liderar al equipo. Conducirlo. Un verdadero jefe de filas dice lo que quiere y cómo debe de hacerse”, dice Piva que le dijo en una de sus muchas charlas al flamante ganador de la clásica inaugural del calendario belga. El director del BMC reconoció que le ha hecho entender que “en ese sentido, debía de mirarse en el espejo de Tom Boonen”.
Por lo visto el sábado, parece que todo ese trabajo mental ha dado sus frutos y escuchando las explicaciones de Van Avermaet tras la Kuurne-Bruselas-Kuurne, repasando este primer fin de semana, parece que él mismo ha captado lo que se espera de él. “Yo soy el jefe de filas y mis compañeros deben de escuchar lo que yo les digo”, asegura explicando ese cambio en su manera de afrontar las carreras. Un cambio que ha hecho que afronte la competición de una forma más personal. Sin estar tan pendiente de cómo dicen los demás que debe de correr. “Quieren que corra más adelante, pero ese no es mi estilo. No soy capaz de estar tan concentrado durante toda la carrera. Prefiero mantenerme tranquilo, no estar peleando constantemente por una posición, ahorrar todas las energías que pueda para poder estar en el momento justo en el lugar donde debo de estar. Eso es lo que mis compañeros deben de aprender ahora”.
Quizás los más tradicionales vean en esta declaración de intenciones una manera de correr que no casa con la obtención de buenos resultados en la Vuelta a Flandes o en la París-Roubaix, donde siempre se ha dicho que para triunfar hay que ser capaz de rodar en cabeza de forma constante para estar bien colocado en cada subida o en cada tramo adoquinado. Si Van Avermaet –cuyo mejor puesto en De Ronde es el segundo de 2014 y que el pasado año fue tercero en Flandes y en el Infierno del Norte– tiene razón o no es algo que iremos descubriendo durante las próximas semanas y, sobre todo, los días 3 y 10 de abril con motivo de la disputa de los dos Monumentos adoquinados del calendario.