Las relaciones humanas son tremendamente complejas. Lo que ayer parecía una amistad inquebrantable, hoy puede haberse tornado en un odio visceral. Un amor ciego y sin límites se transforma, casi sin previo aviso, en el desprecio más atroz. Las miradas y palabras cómplices, en cuchillos. Las alabanzas en críticas. Son, como suele decirse, las cosas de la vida. El desgaste de las horas y horas de continua convivencia. Algo así, según parece, es lo que está sucediendo entre los responsables del Lotto-Belisol y una de sus grandes estrellas, Jurgen Van den Broeck.
Ya hace tiempo que las aguas no terminan de estar calmadas entre ambos. Entiendes los responsables del conjunto y, lo que es más grave para el corredor, también los mandamases de la lotería belga, que el rendimiento de VdB no está siendo el que corresponde a un corredor que le cuesta a la escuadra (y, por lo tanto, al patrocinador) algo más de un millón de euros anuales.
El abandono de la Vuelta a España ha sido, de alguna manera, la gota que ha colmado el vaso. El podio alcanzado en el Tour de Francia de 2010 (tras la descalificación, eso sí, de Contador y Menchov), disparó la cotización del corredor de Morkhoven. Séptimo en la Vuelta a España de 2011 y cuarto en el Tour de 2012, parecía que el belga podía aspirar a todo en las vueltas de tres semanas.
Desde entonces, Van den Broeck ha encadenado fracaso tras fracaso. El tercer puesto en el Critérium del Daupiné parecía que había traído de nuevo la calma. Tenía pinta de haberse arreglado todo y de que el jefe de filas de Lotto-Belisol en el Tour llegaba al mismo con garantías. Fue un espejismo. La cosa acabó muy mal. Fue 13º, el mismo resultado que en su debut en 2009 y el peor de su carrera deportiva (si no contamos los abandonos de 2011 y 2013). Fue el segundo fiasco consecutivo en la ronda gala. Suficiente para casi todos. Es muy complicado presentarse ante un consejo de administración y explicar por qué uno se gasta más de un millón de euros en un activo que no alcanza los objetivos planteados.
Su adiós a la Vuelta a España no ha servido, evidentemente, para calmar las cosas. El corredor, según reconocen desde su entorno, está hundido física, pero, sobre todo, moralmente. Nadie lo admite, al menos por el momento, públicamente, pero la relación entre el empleado y el empleador han llegado a una vía muerta. Marc Sergeant ha sido el único que ha hablado al respecto y sólo para decir que ahora mismo una participación de VdB en el Tour de 2015 es muy dudosa. Eso, traducido, suena a despedida porque ningún equipo en el mundo puede pagarle un millón de euros a un corredor para hacer un podio en el Critérium del Dauphiné como mejor resultado. Eso está claro.
Además, la salida de Belisol como patrocinador de la escuadra, que será sustituido por Soudal, implicará también una sensible rebaja en el presupuesto disponible. Una hipotética salida de VdB sería vista con buenos ojos por todas las partes implicadas, incluido el nuevo patrocinador, al que no le importaría viajar a Francia sin un hombre para la general y sí con un equipo hecho alrededor de Greipel.
Porque nadie lo reconoce abiertamente, pero en Lotto Belisol tenían claro que VdB no venía a la Vuelta a luchar con los grandes favoritos por el maillot rojo, pero sí esperaban de él algo más de protagonismo. Tras el fiasco del Tour, pensaban que el de Morkhoven se iba a implicar en la búsqueda de alguna buena fuga que le permitiera luchar por una etapa. Pero ni las piernas ni la cabeza parecen permitirle florituras al belga.
Pero VdB, también tiene cosas que reprochar a su equipo. Tras la caída del pasado año en Marsella, no ha habido día en que sus hombros no hayan tenido que cargar con una enorme presión. Los aficionados y la prensa, quizá mal informados de la gravedad de la lesión (algo únicamente achacable a él y al equipo) no entendieron nunca su completa desaparición del panorama hasta este mismo año, cuando se le exigió estar con los mejores desde el primer día. Después, tras un buen Dauphiné, el mundillo ciclista belga le “encargó” devolver al país la gloria perdida en la Grande Boucle. En más de una ocasión, se le oyó quejarse de que los deportistas no son máquinas. Que no se pueden garantizar las prestaciones. Que su equipo le estaba exigiendo demasiado. Que no es lo mismo el Dauphiné que las tres semanas del Tour. Todo eso fue minando su moral hasta hundirle.
Ahora, con un año más de contrato por delante, él tiene la sartén por el mango. Nada podría hacer Lotto en el caso de que el corredor quiera seguir ligado a la escuadra. Por ello, públicamente no le critican, pero buscan una solución. Un acuerdo. No necesariamente una desvinculación contractual, que sería su máxima aspiración, pero sí una menor carga económica. Vienen meses complicados para abogados y mánagers.