La espalda de Van der Poel puede privarle del fin de campaña
El otro día leía el camino de espinas que acabó con Fabio Aru en la retirada del ciclismo.
Joven, explotó rápido, llegó alto en la Vuelta, fue podio en el Giro, Fabio Aru era sin duda la cara del éxito.
Para él hubo un antes y un después en el Tour 2017, llegó a vestir el amarillo del Tour, ganó nada menos que en la Planche des Belles Filles, su nombre figura en la cima entre Froome y Pogacar, entre otros, y aspiró a lo máximo,
Aquello fue sin embargo su techo, desde entonces un declive a la vista de todos hasta el anuncio de su retirada cuando concluyese la Vuela a España que estamos disfrutando.
Admite Aru el coste que todo esto anteriormente dicho le ha implicado, costes personales, familiares y físicos, costes que nosotros no vemos desde fuera, que podemos intuir, pero nunca conocer en su profundidad, una juventud totalmente vertida a la bicicleta con unas contraprestaciones brutales. En tiempos en los que tenemos renovados debates sobre la salud psicológica de los deportistas de alto nivel, lo que cuenta Fabio Aru es un ejemplo claro, y habla de los tremendos sacrificios que se imponen en el deporte top para estar siempre perfecto.
Costes que pasan por lo físico y acaban en el coco.
Leemos que Adrie Van der Poel, el papá de Mathieu, le ha dicho a su hijo que si los dolores de espalda persisten, lo mejor será renunciar a un fin de fiesta que para Mathieu es el escenario soñado, con un Mundial en Flandes y una París-Roubaix de otoño.
Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor