Las comparaciones son odiosas y, cuando se comparan deportistas y épocas tan distintas como las que vamos a mencionar, inútiles. Pero ante el advenimiento de una nueva generación de ciclistas, capaces de asombrar al mundo a edades cada vez más tempranas, la tarea de buscar un punto de anclaje para poner en perspectiva sus logros es, sencillamente, inabarcable sin poner la lupa sobre un nombre.
Remco Evenepoel, Egan Bernal, Tadej Pogačar, Wout Van Aert, Iván Ramiro Sosa, Sergio Higuita, Pavel Sivakov, Jonathan Narváez… la lista de ciclistas que se han ganado su lugar entre la nobleza de a Gotha ciclista antes de perder su derecho a disputar las clasificaciones del mejor joven es casi infinita. Y a todos, en un tiempo en el que la comparación lógica lleva a pensar en los casi cuarentones Gilbert o Valverde –por su palmarés y versatilidad–, se les mira, casi sin querer decirlo en voz alta, como a la reencarnación de –sí, lo siento– Eddy Merckx.
Pese a que, vistas de forma individual las hojas de servicio de cada uno de los arriba mencionados su rendimiento es sobrecogedor, hay un hombre, al que todavía no hemos nombrado, que se sale de todas las gráficas. Un ciclista cuya capacidad de progresión es, sencillamente, inimaginable a día de hoy. Un corredor que ha alcanzado la perfección en la disciplina que le vio nacer y que roza el ‘10’ en las otras dos a las que se dedica con el mismo empeño.
Hablamos, claro está, de Mathieu van der Poel, que cierra un 2019 en el que ha brillado de forma espectacular en ciclocross, BTT y carretera. Completando registros impensables para cualquier otro ser humano que no lleve en los genes de papá Adrie y el abuelo Poupou. Un tipo que, a un mes de despedir 2019, suma 47 pruebas disputadas (en 63 días de competición) con un índice de efectividad del 72%.
La perfección en el barro
Tras su triunfo en Kortrijk, el campeón del mundo completa una racha de 34 carreras sin bajarse de lo más alto del podio. En lo que respecta a 2019, Van der Poel ha completado un 100% de éxito ya que se ha impuesto en las 20 pruebas que ha disputado. Desde que arrancara el año en Baal hasta Kortrijk nadie, y es evidente que muchos lo han intentado, ha podido poner en duda su hegemonía en un deporte que mira con preocupación a esa falta de competencia por los efectos que pudiera tener sobre la afluencia a los circuitos y las audiencias televisivas.
Por fortuna para sus críticos y aquellos que dicen que su presencia en los circuitos resta emoción e interés a las carreras, Van der Poel tiene tantos frentes abiertos que ya ha tomado la decisión de bajar un poco el ritmo. Este año comenzó más tarde que nunca su particular invierno y, pese a que inicialmente había anunciado lo contrario y optado por un calendario competitivo intensivo, ha optado ahora por saltarse las próximas citas para poder concentrarse durante unos días en España pensando en la primavera rutera.
Y todo ello, sin perder de vista el que será su gran objetivo de la primera mitad de 2020: el oro olímpico en Tokio.
BTT, prácticamente sin rival
Efectivamente, Mathieu van der Poel tuvo un sueño y se propuso cumplirlo. Hace un par de años, cuando Wout Van Aert todavía le ganaba con relativa frecuencia en los circuitos invernales, Van der Poel aseguró que quería, al menos una vez en la vida, ser deportista olímpico. En una nación como Países Bajos, donde los puestos en la selección de ruta están más que disputados, la opción lógica para el todavía imberbe aspirante parecía pasar por el BTT.
Por ello, se marcó una hoja de ruta que le permitiera ganarse el billete nipón por méritos propios. Sus números en la bicicleta de montaña, sin llegar a la perfección del ciclocross, son, también, abrumadores.
En 2019, Mathieu van der Poel ha disputado un total de doce competiciones, logrando diez triunfos, lo que se traduce en una efectividad del 83%. Evidentemente, este rendimiento coloca al corredor neerlandés, campeón de Europa en ejercicio, como uno de los grandes favoritos al oro en los Juegos Olímpicos.
Boquiabiertos en la carretera
Pero si hay una especialidad donde el rendimiento de Mathieu van der Poel ha sorprendido a todos, incluido a él mismo, es en la carretera. Su primera incursión seria en la ruta se ha saldado con victorias en pruebas del calibre de la A Través de Flandes (1.WT), Flecha Brabante (1.HC) o Amstel Gold Race (1.WT) además de una general como la del OVO Energy Tour de Gran Bretaña (2.HC). Todo ello, habiendo dado la sensación de que, sin la enorme sorpresa de Bettiol, podría haberse anotado ya su primer Monumento en la Vuelta a Flandes.
En esta primera campaña rutera con un calendario de primer nivel, decíamos, Van der Poel ha disputado un total de 15 pruebas (que suman 31 días de competición). Sobre el asfalto su índice de efectividad es del 33% después de haberse subido a lo más alto del podio en cinco de esas 15 carreras disputadas. Incluso, si desgranamos esa campaña en días de competición, sus números sobrecogen. En 31 días con dorsal, Van der Poel ha ganado en 9 ocasiones, lo que le sitúa con un 29% de tasa de éxito.
Con estos guarismos, no es de extrañar que el neerlandés se muestre tan ambicioso de cara a la próxima primavera, en la que ya ha mostrado su intención de debutar en la Milán-Sanremo y la París-Roubaix. Además, 2020 podría ser el año en el que le veamos debutar en una prueba de tres semanas. Tras Tokio, el de Corendon-Circus ya ha asegurado que le gustría tomar la salida en la Vuelta a España, que tendrá lugar en Utrecht. En realidad, todo encajaría con la hoja de ruta que se planteó tras su exitosa primavera y que debería llevarle a debutar en el Tour en 2021.
Gana tres de cada cuatro días
Todos estos números nos dejan un índice global de efectividad ligeramente superior al 72% o, lo que es lo mismo, prácticamente, tres triunfos por cada cuatro días de competición afrontados en 2019.
Y aquí es donde, como decíamos al principio, entramos en el siempre engañoso e injusto mundo de las comparaciones. Si hubiese que buscar un corredor en activo frente al que poner a Van der Poel en el espejo, ese no puede ser otro –siendo plenamente conscientes de las enormes diferencias entre ambos– que Alejandro Valverde. Con 128 victorias en su palmarés profesional, el murciano cerró en 2019, mientras portaba el tanto tiempo esperado y soñado maillot arcoíris, un periplo de 225 días consecutivos sin bajarse de los 50 primeros clasificados.
Evidentemente, es absurdo comparar el índice de efectividad de un corredor con un calendario rutero de 31 días frente al de un hombre que sólo en 2019 ha disputado dos grandes vueltas y alcanzado la cifra de 84 días de competición. Sólo entre 2018 y este 2019, las dos últimas de sus 18 campañas en la elite, el de Movistar ha sumado 164 días de competición frente a los 112 que Van der Poel ha corrido en carretera desde que debutara en 2014 (sumando pruebas Sub-23).
En cualquier caso, los números del joven (24 años) neerlandés deben ponerse frente a los del murciano. Incluso, frente al 45% de efectividad conseguida por Eddy Merckx en 1971, su mejor año en ese sentido. No para colocarle la odiosa etiqueta de el próximo…, sino para que nos demos cuenta todos que, pese a que él lo hace parecer tremendamente fácil, lo que está haciendo Van der Poel es una de las cosas más difíciles que se pueden hacer en el mundo del ciclismo y del deporte.
Por ahora, sólo hay una forma de contabilizar sus logros y no es otra que sumando sus triunfos: 115 victorias en el ciclocross, 26 en la ruta y 24 en el BTT.