Nada fue convencional en la vida ciclista y no ciclista de Frank Vandenbroucke
El día del Pilar se cumplieron doce años sin Fran Vandenbroucke, un competidor que no sólo ganó en la carretera pues arrasó en muchos corazones.
¿Es tan edificante la vida de Frank Vandenbroucke como para poner nombre en un memorial? eso se preguntaba Luis Jiménez el otro día en la también llamada Binche-Chimay-Binche que ganara Danny Van Poppel. La pregunta tiene miga, nosotros no sabríamos qué responder…
Hubo un ciclista valón, insolente, talentoso, desde bien pronto, pretendido por grandes equipos. Primero le recuerdo en el Lotto, el mismo año pasó al gigante del momento, el Mapei GB, el de Ballerini, Taffi, Museeuw, Peeters,… un equipazo en toda regla, de esos que marcan sello y dejan huella.
Ese equipo en el que Oscar Freire aterrizó años después con su modesto Corsa en medio de las máquinas de alto rendimiento y diseño de Bartoli y cia.
De Frank Vandenbroucke se supo rápido. No era uno más. Su perfilada perilla, el pelo perfectamente alineado, rubio de Bote. Le llamaban “l´ enfant terrible”, lo era dentro y fuera.
De él escribe David Millar en su «obra-denuncia» que creía saberlo todo sobre medicina aplicada al rendimiento, como Philippe Gaumont, otro corredor de largo ego que no acabó bien.