Que el reto por conseguir que las carreras ciclistas que se puedan celebrar en el calendario de la esperanza es mayúsculo es una perogrullada. Que el objetivo de mantener fuera de la burbuja de carrera al virus es casi imposible, una evidencia. Y para muestra de lo absurdo de la situación, las palabras de Mauro Vegni, máximo responsable de RCS, a la cadena neerlandesa NOS.
El mandamás de, entre otras, Strade Bianche, Milán-Sanremo o Giro de Italia explica que, mientras la UCI hace grandilocuentes manifestaciones y protocolos sanitarios y deja todo el peso del control a los corredores (incluido el económico) a los equipos, los organizadores ni tan siquiera tienen derecho a conocer si algún ciclista ha dado positivo en los test a los que se les somete.
Vegni asegura que todo depende de la buena voluntad de los equipos y los ciclistas ya que la ley de protección de datos, sobre todo en el ámbito sanitario, permite a los pacientes a no revelar los resultados de sus pruebas médicas.
“Los protocolos de la UCI y las normas de protección de datos nos impiden recibir los resultados y los datos de los corredores”, afirma Vegni en la entrevista. En ese sentido, el director de RCS –y el resto de sus homólogos– tienen que confiar en la veracidad de lo informado por los equipos que “tienen que manifestar que todos sus ciclistas y todo su personal están sanos”.
Esto implica que, en el fondo, todo el sistema se basa en una confianza ciega en lo que manifiesten los equipos y que, por lo tanto, se da por hecho que ninguno va a tener la tentación, sea lo que sea lo que hay en juego, a no informar de alguna anomalía que, dada la privacidad de los datos, luego podrían asegurar desconocer.