Vuelta España 2016: Sin descanso ni perdón

El próximo 11 de septiembre la Vuelta tendrá a un nuevo ganador ya que Aru no defenderá el título de 2015 / © ASO

GUÍA VUELTA A ESPAÑA Y LIBRO DE RUTA

ANÁLISIS: LOS CINCO GRANDES FAVORITOS

ANÁLISIS: LOS CINCO ASPIRANTES

LOS 198 PARTICIPANTES

Nicolas Van Looy / Ciclo21

Si uno se para a pensarlo, el ciclismo tiene mucho, muchísimo, que ver con la cocina. Con la alta cocina. El ciclismo, al igual que la gastronomía, ha vivido dominado durante años por una Francia que miraba con desdén, ensimismada en su propio grandeur, todo lo que venía de fuera de sus fronteras. Italia tenía también una fama enorme. No se acercaba a lo que conseguían sus vecinos del norte, pero muchos aficionados preferían un buen atracón de producto transalpino, siempre tan intenso y vibrante, que la medida y calculada oferta francesa. Y sí, hablamos ahora de ciclismo y no de comida. Luego, estaba España, una tierra a la que todos gustaban de visitar, pero que era despreciada sin miramientos. Muchas citas, cual tapas, repartidas por el calendario con un contundente plato fuerte que, como la paella, fue maltratada demasiado tiempo y a la que tuvo que llegar, poco antes de que llegaran los genios de la cocina, un grupo extraordinario de personas para llevarla al lugar que realmente se merecía.

Y fueron aquellos Enrique Franco, Felipe Sáenz de Trápaga, Alberto Gadea y, ante todo y sobre todos, Don Luis Puig, aquel hombre que, como sucedería lustros más tarde con Ferrán Adrià, supo atraer talento, ilusión y ganas a su alrededor para poner a España y, sobre todo, a la Vuelta a España a la vanguardia del ciclismo mundial. Aquellos pioneros que a principios de los años 80 evitaron la defunción de la ronda española fueron, en gran medida, los artífices de los días de vino y rosas que comenzaron con Pedro Delgado, explotaron con Miguel Induráin y se confirmaron con la maravillosa generación de los Contador, Valverde y el ya emérito Purito. Otra cosa, claro, es lo que nos depare el futuro, pero eso es algo de lo que nos ocuparemos en otro momento.

Ahora, la Vuelta a España que comienza mañana, se ha convertido, como las cocinas de tantos restaurantes icónicos de nuestro país, en el lugar donde los mejores jóvenes talentos vienen a darse a conocer. A pulir sus aptitudes. A hacerse un hueco y un nombre. A ganarse el derecho a salir de debajo del manto protector del jefe de filas y volar libres aspirando a las más altas gestas. También es ahora la Vuelta a Esapaña -algo que nunca habría sido si en el 95 no se hubiera tomado la decisión de cambiar por completo el menú de la temporada ciclista- el lugar donde los nombres más consagrados quieren volver una y otra vez para demostrar que, aunque sean capaces de lo mejor en ese templo sagrado que es el Tour de Francia, la máxima grandeza sólo se puede conseguir si, además del objetivo prioritario de la Grande Boucle, se aspira al más difícil todavía en la ronda española.

Contador y Froome volverán a verse las caras / © ASO

La Vuelta a España que mañana comienza en Ourense vuelve a presentar un recorrido que ya se ha convertido en típico y que despierta pasiones y odios a partes iguales entre el aficionado. Es una apuesta que, como ya dejó claro Javier Guillén en una exhaustiva entrevista concedida en exclusiva a Ciclo 21 a los pocos días de terminar la pasada edición, seguirá siendo la línea de trabajo de los organizadores en el futuro, convencidos como están de que la mayor parte de los aficionados son favorables a esta propuesta a pesar de que muchos duden de que los finales tan duros y las etapas unipuerto favorezcan el espectáculo más allá de lo que ha venido a llamarse ciclismo Youtube o, lo que es lo mismo, etapas en las que todo sucede en apenas 10 kilómetros.

En cualquier caso, la Vuelta a España ha conseguido reunir, una vez más, una participación extraordinaria. Entre los 198 corredores que serán de la partida en la contrarreloj por equipos inaugural (este año se ha prescindido del albero) encontramos a Chris Froome (triple vencedor del Tour), Alberto Contador (uno de los dos únicos corredores en activo junto a Vincenzo Nibali en posesión de la Triple Corona), Alejandro Valverde (aspirante a convertirse en el tercer hombre de la Historia en conseguir acabar entre los diez primeros las tres grandes en un año), Nairo Quintana (vencedor de un Giro de Italia), a Niki Terpstra (vencedor de una París-Roubaix), Simon Gerrans (ganador de una Milán-San Remo) o dos campeones del mundo (Kwiatkowski y Gilbert) además de otros corredores de clase más que reconocida como Esteban Chaves, que completa la nómina de los cinco grandes favoritos y que tras su podio en el Giro aspira a redondear su campaña en Madrid y esa una serie de outsiders que, a poco que la carrera se les ponga de cara, podrían dar muchísimo que hablar.

Siempre habrá, como todo lo que rodea a la Vuelta a España, aquellos que mantengan que la participación es paupérrima y que hay muchos equipos y corredores que no se toman la ronda española en serio. Para dar veracidad a ese argumento enarbolado por las haters que no quieren ver el valor de los nombres más arriba mencionados, basta echar un vistazo a los ‘nueves‘ de equipos como Trek-Segafredo, Katusha o Bora-Argon18 (el caso de este último, más sangrante por el hecho de ser un invitado), que sobre el papel no presentan opciones a nada. Dirán los defensores de este argumento que la Vuelta a España sólo cuenta con un puñado de verdaderos aspirantes al triunfo final. Que sólo unos pocos corredores saldrán mañana desde Ourense pensando en el podio final de Madrid como un objetivo real. Y lo dirán como si cuando el Tour de Francia partió de Mont-Saint-Michel fueran decenas los corredores que aspiraban al título de vencedor en París.

Pero esa discusión, como la del recorrido, se trata básicamente de querer ver la botella medio llena o medio vacía y lo único cierto a estas alturas, cuando restan apenas 24 horas para el inicio de la prueba más importante del calendario ciclista español, es que el complicadísimo encaje de una temporada marcada por los Juegos Olímpicos va a ser clave en la resolución de los próximos 21 días.

No cabe duda de que la etapa con final en el Col del Aubisque será la jornada reina de la carrera. El alto francés será el gran juez cuando falte poco más de una semana para el final, pero eso es sólo una parte de la verdad. La primera semana se presenta traicionera a más no poder, con ese Mirador de Ézaro esperando en el tercer día. Un lugar donde es más que probable que alguno se deje ya todas sus opciones de triunfo, aunque nadie ganará aquí absolutamente nada.

Mapa de la Vuelta 2016

El triplete formado por La Camperona, el Alto del Naranco y los Lagos de Covadonga, que servirán como ribete final a la primera semana son sólo dos ejemplos más de lo mucho y bien que habrán tenido que afinar las piernas los corredores si no quieren verse apeados de la pelea por el triunfo a las primeras de cambio.

Tras el primer día de descanso, espera una Peña Cabarga que ya sabemos todos cómo se las gasta y que será, salvo enorme sorpresa, escenario de alguna que otra de esas explosiones típicas tras las jornadas no competitivas en las grandes vueltas antes de poner la vista en el ya mencionado Aubisque y un Sallent de Gállego que, tras sólo 118 kilómetros de etapa, despedirá a unos Pirineos de los que nos iremos con una general bastante definida.

Pero la clasificación que repasemos en el día de descanso de Peñíscola -ojo ese día a los anuncios relativos a movimientos en el mercado de fichajes de cara a 2017– puede ser únicamente un espejismo. Algo cuyo parecido con lo que tengamos finalmente en Madrid sea fruto únicamente de la casualidad. Si la tercera semana de cualquier gran vuelta es ya de por sí un insondable misterio para los protagonistas, que nunca saben cómo reaccionarán sus piernas ante un esfuerzo al que no están acostumbradas, es imposible prever cómo saldrán las cosas cuando muchos de ellos habrán empalmado Tour, Juegos y Vuelta, obligándose a un pico de forma utópicamente largo.

Llucena-Camins del Penyagolosa, al igual que Peña Cabarga una semana antes, será la prueba de fuego que espere tras el descanso y tras una jornada tranquila y de transición hacia Gandía, vendrá una traca final que, por mucho que la clasificación haya salido definida del Aubisque, puede provocar vuelcos impensables en una temporada normal, pero que, por el motivo antes esgrimido, no pueden ni deben ser descartados.

Primero, la CRI entre Jávea y Calp, 37 kilómetros sin grandes dificultades orográficas, pero muy incómoda para aquellos que gustan de desarrollar vatios de manera constante durante largos kilómetros. Carreteras reviradas obligarán a continuos cambios de ritmo que a estas alturas pueden ser una trampa mortal.

Y, finalmente, un día antes del paseo por Madrid, la temidísima subida al complejo militar de Aitana. Llegarán los corredores a esos 1.545 metros de altitud. El techo de la segunda provincia más montañosa de España, Alicante. Lo harán después de haber partido, 193 kilómetros antes, desde los cero metros de Benidorm. La última trampa. La última dificultad. El último escollo antes del final.

¿Fácil? En absoluto. Quizás, por méritos propios y coyuntura de calendario, la Vuelta a España sea este año la carrera más complicada de gestionar y, por lo tanto, de ganar, de las tres grandes. Ahora, cuando mañana eche a rodar el primero de los equipos por las carreteras de Ourense, sólo quedará por resolver una cuestión: ¿veremos un espectáculo memorable? La respuesta a esa pregunta sólo la tienen los corredores y las ganas, más allá de nombres y cabezas de cartel, que cada uno le ponga. Los mimbres para conseguirlo, desde luego, existen en una carrera en la que no habrá descanso posible durante las tres semanas y, en caso de fallar en alguna de las muchísimas trampas colocadas por ASO, tampoco habrá opción al perdón.