¿Vueltas o clásicas? Valverde está cerca de culminar una trayectoria enorme y única ¿Y si? ¿y si? ¿Cuántas veces nos hemos planteado esta pregunta en condicional? ¿Cuántas veces nos hemos quedado con las ganas de la respuesta cierta?
Alejandro Valverde en las clásicas: que si es un superdotado, que lo tiene en las piernas, que puede con cualquier cosa. Y sin embargo, los que le seguimos desde el minuto uno de su trayectoria profesional sabemos que para Alejandro Valverde las clásicas han jugado su papel, pero nunca prioritario ni preeminente sobre sus verdaderas ilusiones en esta vida: las vueltas y las grandes vueltas.
Recuerdo un recorte que leí no hace mucho, del mítico Meta 2Mil, en el que Valverde, tez jovencísima, vistiendo los colores del Kelme, admitía casi nulo interés por San Remo. Muchos hacen cábalas, qué habría ganado de haberse centrado, de haber corrido más veces en Flandes… Es lo de siembre: lo de Valverde y los estadísticos.
Estos días, con el regusto de verle delante en Flandes, también en San Remo apuntamos qué habría sido si su interés por estas carreras hubiera sido otro, si las hubiera frecuentado, mamado y aprendido. Y el resultado es como uno de esos ¿y si?…
Porque Alejandro Valverde quizá no necesitara más ediciones en las piernas y en el ánimo para afrontar un monumento con garantías. Se ha visto en Flandes, su debut a los 38 años le ha valido un octavo puesto, nada menos, firmado entre los grandes gallos. Que en esta carrera ni había pocos y no eran pocas las dificultades que veíamos en su camino.
Valverde tiene un don, recuerdo que lo dijimos cuando volvió de su sanción, es ciclista de 360 grados y 365 días. Lo hace fácil, sencillo, sin complicaciones. Se le fue el caballo en Flandes, como se le escapó a otros tantos.