Señaló al cielo. Rodeó la nube con su índice. “Esas nubes pueden traer lluvia” indicó. “Vienen del oeste, todas las borrascas llegan por ahí” concluyó Txomin. El frío invade Arrate, la cima eibarresa, verde, gélida y húmeda. En pleno enero, el lugar está desierto, tranquilo, solo, sin nadie que interfiera, ni voces que se confundan con las reflexiones de Txomin Perurena, acompañado de Marino Lejarreta y José Cruz Mujika, el hermano mayor de Jokin, rememorando sus años en el equipo Orbea.
Marino, joven, ganó la Vuelta a España en la puñalada que Angel Arroyo siempre llevó consigo, por ese positivo sacado a la palestra cuando la carrera había ya concluido. Marino vestía los colores del Teka de su padre Txomin y decidió probar lejos de casa, en Italia, en el equipo Alfa Lum. En aquel paso Txomin le aconsejó, sabiendo que la experiencia internacional iba a ser buena para esa perla surgida de Berriz, en los contrafuertes de Urkiola, donde el ciclismo palpita con la gente y la tierra.
Marino quemó varios años en el Alfa Lum, uno de ellos, el primero, fue el de su triunfo en la primera ascension a los Lagos de Covadonga, en un pulso franco y sin intermediarios con Bernard Hinault. En el otoño de 1983 se supo que Orbea iba a ser parte del peloton profesional. La fruta en las piernas de Peio, Jokin y compañía había madurado lo suficiente. Para la empresa llamaron al mago de Oiartzun, a Txomin, otra vez en el redil, seducido por Peli Egaña, a la causa azul.